4.05.2011

La Guitarra (1914)


Pablo Ruiz Picasso (1881-1973), malagueño de nacimiento, es, sin duda, uno de los referentes artísticos e intelectuales del siglo XX. Influenciado por su entorno, actúa a través de sus obras en forma de respuesta al agitado contexto, propio de su época.

No solo pintor y escultor, sino también creador del movimiento cubista, además de uno de los pertenecientes al círculo de intelectuales del bohemio café Els Quatre Gats de la Barcelona modernista.

En vez de extendernos en cada uno de sus períodos creativos, hablaremos directamente de la influencia del cubismo en su obra La Guitarra de 1914. 

El cubismo propiamente dicho, nació en Cataluña, el mismo que Picasso representaba de manera simplificada y sistematizada, donde primaba la síntesis de la obra. Líneas puras, formas geométricas, solamente ayudadas de juegos de sombras para hacerlas más llamativas a la vista. Influenciado por Cézanne, y ante la complejidad de representar la figura humana dentro de este estilo, llevaron a Picasso (y a Braque, amigo con el que trabajó en este período), a pasar del cubismo analítico al cubismo sintético. Básicamente consistía en coger elementos procedentes del análisis de los objetos y con ellos construir libremente un objeto nuevo, que ya no sería la imagen de nada sino una realidad creada por el trabajo del artista.

Alguno de los elementos puramente geométricos continuaron, pero en general, el montaje se hacía a partir de fragmentos de objetos, planos, que permitían reconocerlos. En esta época, surge la costumbre de introducir letras en la pintura. Pronto, tratará de papeles reales pegados, que no es otra cosa que el descubrimiento del collage. A partir de aquí, la evolución hacia la libertad compositiva le llevó a la abstracción. Casualmente, los últimos años del cubismo coinciden con el estallido de la Primera Guerra Mundial.

La obra que tratamos está basada en la experimentación del artista con diferentes texturas y composiciones (un collage cubista titulado Guitarra y fechado en 1912 y otro homónimo emulándolo pero esta vez realizado en metal en 1914). Los materiales y las formas utilizadas no solo le llevaron a avanzar hacia figuraciones y desfiguraciones, sino que marcó un camino a todos los de su época y a los que llegaron después.

En relación al tema, cabe destacar la exposición recientemente celebrada en el MOMA bajo el título Guitarras 1912-1914.


Información extraída de:
Picasso, su vida y su obra; Alexandre Cirici, Caixa d'Estalvis de Catalunya. Barcelona, 1981
Artículo del periódico El País (16/02/11)

4.04.2011

Trencadís Park Güell

Las últimas décadas del siglo XIX vinieron marcadas por cierta confusión en el ámbito artístico; sin embargo, el auge de las grandes ciudades, como Barcelona, resurgió a nuevos estilos y artistas, como por ejemplo, la ordenación del Pla Cerdà. El movimiento Modernista responde  al nuevo ambiente social, político y económico de Cataluña. Muchos fueron sus seguidores y creadores, pero en el caso de Antoni Gaudí i Cornet, natural de Reus (1852 – 1926), marca una trayectoria aislada con una identidad propia.

Sus obras son claramente distinguidas a lo largo de Cataluña y fuera de ésta, ya que antes de acabar la carrera de arquitectura, ya había proyectado alguna de las construcciones que podemos apreciar hoy en día. Dentro de esta trayectoria, se distinguen dos períodos mayoritarios que engloban a distintas etapas: el primero, donde sus influencias históricas son mucho más notorias; y el segundo, donde adquiere un mayor carácter de madurez como arquitecto.

La siguiente pieza a analizar se encuentra dentro del segundo período, conocida como una de las más relevantes, el Park Güell. Situado en la Muntanya Pelada, con unas vistas excepcionales de Barcelona, es un ejemplo de implantación urbana, de la disposición de los elementos con una fuerza formal y cromática desbordante, sin olvidar con ello el cumplimiento de la función. Cabe decir que la idea de Gaudí de “ciudad-jardín” -idea que proviene de Inglaterra, es por eso que se llama "Park" con la letra K- quedó frustrada, ya que finalmente no se construyeron las viviendas unifamiliares que tenía proyectadas; pero aún así, no hay duda de que perdura la mezcla de arquitectura y naturaleza, que hacen de esta obra algo único mundialmente.

La variedad en cuanto a figuras que se aprecia a lo largo de la obra es debido al trencadís, una composición de diferentes piezas irregulares en cerámica tipo mosaico que son unidas con argamasa. Con esta técnica, se anticipó a los collages que los dadaístas popularizaron después. A través de estas composiciones, Gaudí trata de llamar la atención del visitante y ubicarlo plenamente en este lugar, rompiendo así con los cánones de la arquitectura en blanco y negro de la época. Con el fin de conseguir cromatismo, se decidió por la utilización de cerámica esmaltada que ofrece colores vivos, aprovechando la superficie lisa y pulida junto con la superficie tridimensional de su arquitectura, para causar el máximo efecto de brillo al incidir la luz. Al trocear baldosas (restos y desperdicios, también comprados)  que ya tenían su propia decoración, y realizar una nueva composición sin relación con los dibujos de las piezas enteras, unido a la mezcla de fragmentos de diversas piezas, se consiguen efectos visuales peculiares y distintivos de esta técnica (también gracias a Josep Maria Jujol, encargado de aplicarlo y reconocido por su particularidad).

En cuanto al tema estructural del parque, las columnas inclinadas del límite exterior de la sala hipóstila, soportan un arquitrabe que a la vez se convierte en el banco de la plaza. Es en estos bancos (la imagen escogida) donde podemos apreciar el talento de Jujol a la hora de hacer las composiciones de teselas.


Información extraída de:
Antoni Gaudí - Obras y proyectos; Xavier Güell, Editorial GG. Barcelona, 1990
Antoni Gaudí (1852-1926); Diputació de Barcelona. Barcelona, 2002

Todas las obras que contienen trencadís: